VII

El diseño de los espacios se adapta con mucha dificultad a los usos y necesidades del cuerpo; el trazado de las líneas maestras, la construcción de las edificaciones y la división de las plantas en áreas geométricas predeterminadas no tiene en cuenta la vida como elemento final del medio artificial creado. La habitabilidad, el ordenamiento del tiempo y el espacio según modelos abstractos, bajo exigencias económicas y de dirección de la conducta, es contraria a la cohabitación del constructor viviente y lo construido inanimado. La arquitectura trabaja de espaldas al tiempo de los cuerpos, al espacio plástico y variable de la materia orgánica, ya sea en las viviendas, los establecimientos comerciales o las grandes superficies. Pero el cuerpo tiene sus propias formas de ganar la partida al espacio no deseado. Una chica queda con un grupo de amigos para ir a comer a una hamburguesería; a continuación, van a los probadores de una conocida tienda de ropa a practicar sexo en grupo, mientras algunos de ellos lo graban con móviles. El remate del día es saltar las taquillas giratorias del metro para entrar sin pagar. El uso, en todos estos casos, desborda las previsiones y la finalidad proyectada, va más allá del proyecto y con ello se acerca a la vida, al ejercicio del cuerpo como esfera de libertad, creación y placer.