XV

El cuerpo es un complejo heterogéneo, frágil, una composición sensitiva, doliente y placentera con la misma intensidad y casi por las mismas causas. EL dolor sólo puede preocupar y obsesionar a una sociedad indolora e indolente, que no sabe lo que es sufrir de verdad ni quiere saberlo, prefiere ver una imagen del dolor y del sufrimiento atroz, contemplar la máxima crueldad imaginable, antes que padecer la más mínima molestia. Una cosa va con la otra. Es muy fácil sufrir, experimentar el sufrimiento propio o ajeno, basta con ir o vivir en miles de rincones en todo el planeta, incluidos el piso de al lado, la esquina de la calle o el edificio en ruinas del barrio. Se prefiere no hacerlo. El rechazo del dolor implica el olvido del cuerpo, la falsificación de la existencia. Uno mismo nunca sufre, no debería sufrir nunca, es una anomalía; antes bien son los demás los que deben sufrir, es la IMAGEN del otro doliente la que queremos, necesitamos ver, rechazada al infinito hasta desaparecer en el horizonte. El cuerpo es un estorbo, un mal recuerdo de tiempos pasados, objeto predilecto de la nostalgia. Para el individuo del cambio de milenio, la muerte del cuerpo es la única que asegura la supervivencia de la vida humana, a costa de la propia vida. El sacrificio necesario, exigido por el espíritu de la época. No sufrirá; no vivirá, sobrevivirá como humano deshumanizado o animal inanimado. Sentado delante de la pantalla. Para siempre.